Actualmente las tasas de ansiedad, depresión y otros trastornos mentales se encuentran en un claro aumento. Como ya mencionamos en el artículo ‘Pandemia de la Covid-19 y deterioro de la Salud Mental’ tras la crisis sanitaria, social y económica que ha supuesto la pandemia, este aumento se ha potenciado aún más.
La salud mental deteriorada junto con la falta de acceso a tratamiento psicológico no ayuda a que la situación mejore, causando que un gran número de personas recurran a la administración de medicamentos (ansiolíticos, antidepresivos) para paliar los síntomas, en vez de recibir tratamiento psicológico. De esta manera, la Junta Internacional de fiscalización de estupefacientes señala a España como el país del mundo con mayor consumo legal de benzodiacepinas, dato que resulta alarmante.
¿Para qué se usan los ansiolíticos?
Los ansiolíticos son fármacos con receta que se usan para aliviar la ansiedad y ayudar a conciliar el sueño para aquellas personas que sufren de insomnio. Su consumo debe ser limitado en el tiempo, ya que pueden causar adicción. No obstante, las personas suelen prolongar su consumo más allá de lo que se les ha prescrito hasta que se vuelven dependientes.
Los ansiolíticos que más adicción crean son las benzodiacepinas, siendo el lorazepam y el diazepam los más consumidos, aunque también destacan los barbitúricos, zolpidem y eszopiclone, entre otros. Mientras que las recomendaciones indican no prolongar su consumo por más de 3 semanas aproximadamente, muchas personas las toman durante meses y años, llegando en ocasiones a alcanzar la década.
Es importante tener cuidado al consumir estas sustancias por su gran potencial de adicción, ya que puede desarrollarse en muy poco tiempo, incluso en dos semanas si el consumo es constante. Una sobredosis con estas sustancias puede causar somnolencia, confusión, depresión respiratoria y muerte (sobre todo con barbitúricos). Además, el cese drástico de su consumo si se ha administrado durante un largo periodo de tiempo, puede causar Síndrome de Abstinencia (tras las primeras 12-24 horas), provocando ansiedad, nerviosismo, irritabilidad, elevado ritmo cardiaco, respiración rápida, problemas de insomnio y, en ocasiones, convulsiones. Los casos más graves se han documentado con el consumo y el cese de barbitúricos, presentando Síndrome de Abstinencia similar al de la abstinencia alcohólica, pudiendo aparecer incluso delirios y alucinaciones auditivas y visuales. Por esta razón se recomienda reducir las dosis de manera progresiva, ya que estamos ante un claro trastorno por consumo de sustancias.
Entre los efectos a largo plazo encontramos pérdida de memoria, cambios drásticos del estado del ánimo, pérdida de atención, momentos de confusión, dificultad para pensar y comprender al resto y nistagmo.
¿Para qué se usan los antidepresivos?
Por otro lado, los antidepresivos son fármacos recetados para trastornos del estado del ánimo (depresión y ansiedad), el dolor y el insomnio o la dificultad para conciliar el sueño. Intervienen en la regulación de las sustancias químicas del cerebro, mejorando el estado de ánimo, el descanso y la concentración, entre otros factores. Suelen tardar entre 4 y 8 semanas en hacer efecto y en ocasiones hay que probar distintos antidepresivos hasta conseguir el que mejor se adapte al paciente.
En algunas ocasiones, sobre todo en niños, adolescentes y adultos jóvenes, el consumo de antidepresivos puede aumentar las ideaciones o conductas suicidas, especialmente durante las primeras semanas de tratamiento o al cambiar las dosis. Por esta razón conviene tener seguimiento del paciente y observar qué síntomas presenta.
En Europa cada vez son más las personas que consumen antidepresivos (sobre todo en Reino Unido y Portugal), debido al aumento de trastornos mentales en la población, la falta de atención psicológica pública y la baja inversión en esta, la preferencia de tratamiento con este tipo de fármacos en vez de la psicoterapia y otros tipos de terapias, la facilidad y el mayor acceso a los antidepresivos.
Al igual que los ansiolíticos, los antidepresivos pueden causar Síndrome de Abstinencia, por lo que, a la hora de abandonar el tratamiento conviene hacerlo progresivamente y con el seguimiento de un profesional.
¿Es realmente efectiva la medicación en cuanto a Salud Mental?
Actualmente la Salud Mental está en boca de todos, ya que cada vez son mayores las tasas de depresión, ansiedad y otros problemas de salud mental. Paradójicamente, si nos fijamos en el número de especialistas en salud mental en la Unión Europea, la mayor parte no alcanzan los 20 psicólogos por cada 100.000 habitantes en los sistemas sanitarios. En España este dato desciende a los 6 psicólogos por cada 100.000 habitantes, dificultando así que el tratamiento más común para tratar problemas de salud mental sea la psicoterapia.
Si aunamos este dato con la creciente tendencia del deterioro de la salud mental, podemos afirmar que una muy pequeña parte de la población puede tener acceso a terapia psicológica continua, por lo que los médicos de familia de atención primaria, quienes tratan el 90% de los casos, terminan prescribiendo este tipo de medicamentos sin poder derivar a especialistas de la psicología. No obstante, los profesionales de atención primaria son conscientes de que no es el tratamiento más efectivo, y que debe de combinarse con terapia psicológica para superar el trastorno mental. El gran problema reside en la falta de psicólogos e inversión en atención primaria. Antonio Cano Videl, catedrático de Psicología de la Universidad Complutense y presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS) afirma que ‘Dos de cada tres casos de trastornos de ansiedad o depresión son atendidos por el médico de familia, que ya tenía una presión asistencial brutal antes de la pandemia, cuando disponía de una media de cinco minutos para cada paciente y ahora ya ni siquiera lo puede ver’.
Cada vez son más los estudios que afirman que el tratamiento psicológico, la información y el entrenamiento en el manejo de emociones tiene un mejor resultado que la medicación con antidepresivos o ansiolíticos. Si la persona no aprende a gestionar sus emociones, comprender la raíz de sus problemas y tratarlos, no podrá avanzar y recuperarse. Además, el sobrediagnóstico y el diagnóstico erróneo por parte de los sanitarios de atención primaria cada vez es más común, habiendo escasez de investigaciones y estudios sobre los efectos a largo plazo de los psicofármacos.
Si tú o alguien de tu entrono presenta síntomas de ansiedad, depresión u otro trastorno mental, no dudes en ponerte en contacto con nosotras.
Referencias
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