En los últimos meses, tras el brote de la nueva infección de coronavirus (COVID-19), notificado por primera vez el 31 de diciembre de 2019 en Wuhan (China), se han recogido numerosos datos sobre su impacto en la salud mental alrededor de todo el mundo.
‘Los pensamientos suicidas han aumentado entre un 8% y un 10%, especialmente en personas jóvenes’, aseguró Basilio García Copín, presidente de Salud Mental Ceuta. Además, añadió que ‘el 46% de la población española manifestó un aumento del malestar psicológico durante el confinamiento’, y que ‘el porcentaje de consumo de psicofármacos de la población ha aumentado, llegando, en el caso de las mujeres, al 15,4%’.
No debemos de olvidar que ya hemos vivido situaciones parecidas, por lo que podemos estudiar la información ya obtenida para poder actuar en el ámbito de la salud mental: en 2003, durante el brote de SARS-CoV en Singapur, el 27% de los trabajadores sanitarios reportaron tener síntomas psíquicos. Se observó también una alta prevalencia de trastorno por estrés postraumático (TEPT) tras el brote en 2015, en Corea. El número de síntomas siguió aumentando tras el confinamiento, como hemos podido observar en la pandemia de 2020. Algo parecido sucedió durante los brotes de Ébola en Sierra Leona (2014) y en la República Democrática del Congo (2018), donde el personal sanitario padeció altos niveles de ansiedad y otros síntomas ya mencionados.
Los datos recogidos de la situación actual parecen ser similares: observamos manifestaciones de estrés, ansiedad, síntomas depresivos, insomnio, irritabilidad, confusión, agresividad, agobio, miedo, etc. Además, tras las crisis y los desastres sociales, políticos o sanitarios, la población tiende a sufrir, en mayor medida, TEPT, que surge del trauma. La prevalencia de TEPT en la población general se encuentra entre el 4 y el 41%; y la de cuadros depresivos ha incrementado un 7% tras el brote. Todos estos síntomas afectan tanto a la atención, como a la comprensión y la capacidad de tomar decisiones de los trabajadores sanitarios: entre un 34%-45% de los profesionales sanitarios ha reconocido sufrir ansiedad, desesperanza o problemas para dormir, resaltando las deficiencias estructurales y funcionales de los sistemas de atención a la salud mental a nivel mundial.
Factores de riesgo que llevan a un deterioro de la salud mental
Son numerosos los factores que pueden llevarnos a un deterioro en nuestra salud mental: desde la prolongación del confinamiento y la falta de suministros, hasta la crisis sanitaria, económica y social. Las emergencias en la salud pública pueden afectar a la salud, seguridad y el bienestar de los individuos y las comunidades: aparecen miedos, inseguridades, sensación de confusión, inestabilidad emocional, pérdida de empleos, ayudas públicas, etc. Todo esto causa reacciones emocionales (angustia), comportamientos poco saludables (abuso de sustancias) e incumplimiento de las directivas de salud pública (posicionamiento contra las vacunas, no respetar el confinamiento, etc).
No obstante, hay grupos más vulnerables que otros a la hora de padecer efectos o trastornos psicosociales causados por pandemias. En particular, la prevalencia de estos efectos es mayor en personas que han tenido la enfermedad, personas de grupo de riesgo (edad avanzada, enfermedad cardiaca, diabetes, obesidad, problemas pulmonares, cáncer, sistema inmunitario debilitado, enfermedad renal o hepática crónica…) y personas con adicción a las drogas o con enfermedades médicas o psiquiátricas previas.
El personal sanitario también es un grupo vulnerable a la angustia y el estrés, debido a que están constantemente expuestos al virus, además de vivir de primera mano la pandemia y sus consecuencias. No debemos olvidar la falta de EPIS, el aumento de trabajo y las críticas recibidas por parte de la sociedad.
Además, otras variables han sido asociadas con una mayor prevalencia de impacto psicológico: género femenino, bajo nivel socioeconómico, conflictos interpersonales, uso frecuente de medios de comunicación, bajo apoyo social, etc.
Un factor que ha demostrado repercutir de manera considerable en la prevalencia de desórdenes mentales es la información falsa mediante las redes sociales. Un estudio realizado en 2018 demostró que aquellos individuos que recibieron información conflictiva sobre el confinamiento reportaron mayores niveles de estrés que aquellos que se alejaron más de la constante sobreinformación. Este estudio resalta la importancia de concedernos un ‘descanso’ de la constante actualización de información durante periodos de crisis y la monitorización de los medios de comunicación para reducir la exposición a la falsa o dudosa información y el estrés. De hecho, el sentimiento de incertidumbre suele desembocar en niveles altos de ansiedad, tanto en personas neurotípicas como en aquellas con problemas de salud mental.
Recomendaciones de las autoridades sanitarias para gestionar las emociones de las personas en la pandemia
Las autoridades sanitarias recomiendan acudir a profesionales de la salud mental, ya que éstos tienen un papel muy importante en la gestión de emociones de las personas durante y tras la pandemia.
Además, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha lanzado una serie de recomendaciones para la población general. Es importante mantenerse informado a través de fuentes informativas fiables (televisión y radio locales y nacionales); seguir una rutina respetando horarios, higiene personal, comidas saludables, actividad física, buen descanso, etc; reducir la exposición a noticias, ya que pueden causar preocupación o tensión; mantener contacto social dentro de las medidas de seguridad (usando las nuevas tecnologías, por ejemplo); evitar alcohol y otras drogas; controlar el tiempo de pantalla y videojuegos; utilizar adecuadamente las redes sociales, promoviendo mensajes positivos y corrigiendo información errónea que vea; ofrecer ayuda y apoyo a los demás, sin olvidarnos de los profesionales sanitarios.
No debemos olvidar que los padres tienden a infravalorar la angustia de sus hijos, por lo que debe haber comunicación para conocer cómo están los más pequeños de la casa y cómo viven ellos esta situación.
Por último, queremos recalcar el aumento de los efectos de la situación de pandemia que hemos notado en nuestro centro. Se han generado mayores demandas de ayuda y apoyo en el centro de desintoxicación debido a ansiedad, depresión, abuso de sustancias o alcohol, juego de apuestas y uso de videojuegos. Por estos motivos, es importante vigilar el consumo de alcohol u otras sustancias y la ingesta de ansiolíticos que se utilizan para reducir el malestar psicológico.
Referencias
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