Durante los últimos años, y debido a la creciente investigación sobre el ácido graso omega-3, éste ha ganado terreno en el ámbito de la salud debido a los numerosos efectos beneficiosos que presenta: efecto antiinflamatorio, antitrombótico, antioxidante, antiaterogénico, antiarrítmico y vasodilatador, mejora la función cognitiva, tiene efectos positivos en la depresión, el Alzheimer, la demencia, el trastorno bipolar, la artritis reumatoide, el Crohn y la colitis, el cáncer, la psoriasis, el lupus, el asma, la salud del hueso y el control de la glucemia, entre otros.

A día de hoy sabemos que la alimentación presenta un papel crucial en el bienestar global, lo que engloba también a la salud mental. Pero, ¿cómo incide el omega-3 en nuestro cerebro? ¿A través de qué alimentos podemos obtener este nutriente tan interesante? ¿Existe alguna relación entre su consumo y la mejora de ciertas enfermedades mentales?.

El omega-3 en la salud mental.

¿Qué es el Omega-3?

Los ácidos grasos omega-3, al igual que los omega-6, son un tipo de grasa (ácidos grasos poliinsaturados) denominada esencial, lo que significa que el organismo no la puede producir por sí mismo y se degrada rápidamente. Por esta razón, es importante consumirla de forma constante en nuestra alimentación diaria. Estos ácidos grasos, además de ser usados como combustible, también son esenciales para construir moléculas corporales que al mismo tiempo controlan funciones de los órganos y tejidos (Sanhueza Catalán et al., 2015).

Existen diferentes tipos de ácidos grasos omega-3:

  • Ácido alfa linolénico (ALA): Se encuentra en aceites vegetales.
  • Ácido eicosapentaenoico (EPA): Se encuentra en la grasa del pescado.
  • Ácido docosahexaenoico (DHA): Se encuentra en la grasa del pescado.

Nuestro organismo puede convertir de forma parcial el ALA en EPA y DHA, por lo que no es necesario consumir pescado para alcanzar los requerimientos diarios. Sin embargo, es muy importante asegurar la ingesta diaria de este ácido graso, independientemente de si lo aportamos en forma vegetal (aceite de perilla, aceite de lino, semillas de lino, semillas de chía) o animal (caballa, salmón, arenque, anchoa, sardina).

Omega-3 y su papel en la salud mental

Los ácidos grasos omega-3 presentan un papel importante en el Sistema Nervioso Central (SNC), siendo esenciales para el correcto funcionamiento del cerebro. De hecho,  los lípidos componen alrededor del 36% y el 60% del tejido nervioso, ya que forman parte de los fosfolípidos y glucolípidos (moléculas de la bicapa lipídica de las membranas celulares, incluidas las neuronas). Debido a esto, son un elemento importante a nivel estructural y funcional. Estos lípidos se componen en su mayoría del ácido araquidónico (omega-6) y DHA, y una menor cantidad de ácido linoleico (omega-6) y ALA.

Sabemos que factores como el desarrollo neuronal y los mecanismos de reparación están influenciados, en parte, por factores nutricionales dependientes de la ingesta de ciertos nutrientes esenciales. Es más, el cerebro consume alrededor del 20% de la glucosa de la sangre arterial para el correcto suministro de energía (Rosa et al., 2022). Además, el 20% de la grasa en nuestro cerebro se compone de ácidos grasos esenciales, destacando los ácidos grasos omega-3 y omega-6, que se administran mediante la alimentación y presentan una función importante en la formación de las membranas neuronales y gliales (Raju, 2017).

Todos los nutrientes son importantes en el crecimiento y el funcionamiento del cerebro, pero las proteínas, el hierro, el ácido fólico, la colina, el yodo, las vitaminas A, B6, B12, D y los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga destacan por contribuir en el buen desarrollo neurológico (Rosa et al., 2022).

Beneficios del Omega-3 en ciertas patologías mentales

Debido a los beneficios observados del omega-3, durante los últimos años se han realizado múltiples estudios en los que se ha investigado la relación que tiene este nutriente sobre la salud mental.

Actualmente, la suplementación nutricional con omega-3 se utiliza en algunos trastornos mentales relacionados con el neurodesarrollo, como en el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) (Rodríguez Hernández, 2015).

En 2012 se publicó un estudio realizado por Manor y cols., donde analizaron el efecto del omega-3 y la fosfatidilserina (fosfolípido más abundante en el cerebro humano) sobre los síntomas de 200 niños diagnosticados con TDAH. El estudio tuvo una duración de 15 semanas, seguido de una fase de extensión abierta de 15 semanas más.

Los resultados indicaron una disminución significativa de la inquietud y la impulsividad, así como una mejora en los aspectos emocionales en los niños suplementados en comparación con placebo (Manor et al., 2012).

En el año 2022 se realizó un estudio acerca de la relación entre el uso de omega-3 y los síntomas negativos en pacientes con esquizofrenia paranoide pertenecientes a un centro de salud mental en Quillabamba. Los resultados mostraron una correlación inversa negativa significativa en todos los síntomas negativos, lo que resulta en una reducción de la sintomatología negativa a mayor consumo de omega-3, siendo este beneficioso para la salud de los pacientes (Acurio Loayza & Pinedo Malpartida, 2023).

Por otro lado, la inflamación crónica de bajo grado se caracteriza por un aumento en las citoquinas proinflamatorias y proteínas de fase aguda. Esta inflamación se ha asociado al desarrollo de la depresión, la esquizofrenia y el trastorno bipolar (Marx et al., 2017).

Los estresores psicosociales también pueden estimular la liberación de las citoquinas proinflamatorias, incrementando la interleucina 6 (IL-6) y el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α). Además, unos niveles bajos de compuestos antiinflamatorios endógenos intervienen en cambios neuroconductuales.

Otros factores ambientales como el tabaquismo, el alcoholismo y otras adicciones, la contaminación y una dieta deficitaria, activan la red de citoquinas y vías de señalización relacionadas, aumentando así los marcadores inflamatorios, que pueden aumentar la permeabilidad paracelular de la barrera hematoencefálica, que puede conllevar a un alto riesgo de primer episodio de depresión, esquizofrenia y trastorno bipolar (Rosa et al., 2022). Al ser el omega-3 un nutriente antiinflamatorio, se han observado mejoras al administrar diariamente dosis adecuadas de este ácido graso.

Por lo tanto, observamos que muchos estudios han detectado una deficiencia de ácidos grasos omega-3 en pacientes con diversos trastornos mentales, entre los que destacan la depresión, el TDAH, el Alzheimer, la esquizofrenia y el trastorno del espectro autista (Agostoni et al., 2017; Freund Levi et al., 2014). Debido a esto, se ha observado que una ingesta adecuada de pescado y/o semillas se asocia con un menor riesgo o un retraso en el desarrollo de estas enfermedades.

Redactado por Luna Violeta de Hita García, dietista-nutricionista en Orbium Desarrollo.

Bibliografía

  1. Acurio Loayza, A., & Pinedo Malpartida, S. S. V. (2023). Relación entre el consumo de omega 3 y los síntomas negativos en esquizofrenia, en un Centro de Salud Mental 2022. http://repositorio.uandina.edu.pe/handle/20.500.12557/5297
  2. Agostoni, C., Nobile, M., Ciappolino, V., Delvecchio, G., Tesei, A., Turolo, S., Crippa, A., Mazzocchi, A., Altamura, C. A., & Brambilla, P. (2017). The Role of Omega-3 Fatty Acids in Developmental Psychopathology: A Systematic Review on Early Psychosis, Autism, and ADHD. International Journal of Molecular Sciences, 18(12), 2608. https://doi.org/10.3390/ijms18122608
  3. Freund Levi, Y., Vedin, I., Cederholm, T., Basun, H., Faxén Irving, G., Eriksdotter, M., Hjorth, E., Schultzberg, M., Vessby, B., Wahlund, L.-O., Salem, N., & Palmblad, J. (2014). Transfer of omega-3 fatty acids across the blood-brain barrier after dietary supplementation with a docosahexaenoic acid-rich omega-3 fatty acid preparation in patients with Alzheimer’s disease: The OmegAD study. Journal of Internal Medicine, 275(4), 428-436. https://doi.org/10.1111/joim.12166
  4. Manor, I., Magen, A., Keidar, D., Rosen, S., Tasker, H., Cohen, T., Richter, Y., Zaaroor-Regev, D., Manor, Y., & Weizman, A. (2012). The effect of phosphatidylserine containing Omega3 fatty-acids on attention-deficit hyperactivity disorder symptoms in children: A double-blind placebo-controlled trial, followed by an open-label extension. European Psychiatry: The Journal of the Association of European Psychiatrists, 27(5), 335-342. https://doi.org/10.1016/j.eurpsy.2011.05.004
  5. Marx, W., Moseley, G., Berk, M., & Jacka, F. (2017). Nutritional psychiatry: The present state of the evidence. The Proceedings of the Nutrition Society, 76(4), 427-436. https://doi.org/10.1017/S0029665117002026
  6. Raju, M. S. V. K. (2017). Medical nutrition in mental health and disorders. Indian Journal of Psychiatry, 59(2), 143-148. https://doi.org/10.4103/psychiatry.IndianJPsychiatry_193_17
  7. Rodríguez Hernández, P. J. (2015). Omega 3 y neurodesarrollo. Canarias Pediátrica, 39(2), 99-102.
  8. Rosa, L. R. la, Cervantes-Pérez, E., Robledo-Valdez, M., Cervantes-Guevara, G., Cervantes-Cardona, G. A., Ramírez-Ochoa, S., González-Ojeda, A., Fuentes-Orozco, C., Cervantes-Pérez, G., Cervantes-Pérez, L. A., & Chávez, A. P. de A. (2022). El rol de la nutrición en la salud mental y los trastornos psiquiátricos: Una perspectiva traslacional. Revista de Nutrición Clínica y Metabolismo, 5(1), Article 1. https://doi.org/10.35454/rncm.v5n1.358
  9. Sanhueza Catalán, J., Durán Agüero, S., & Torres García, J. (2015). Los ácidos grasos dietarios y su relación con la salud. Nutrición Hospitalaria, 32(3), 1362-1375. https://doi.org/10.3305/nh.2015.32.3.9276