En los últimos años, ha aumentado significativamente la demanda de tratamientos eficaces, rápidos y económicos para problemas como la depresión, el estrés, el abuso de sustancias (alcohol, benzodiacepinas), y las adicciones conductuales (juego patológico, uso problemático de Internet, compras compulsivas). Esta tendencia se ha acentuado tras las sucesivas crisis sociales y económicas, lo que ha generado una respuesta basada en la medicalización generalizada de la angustia emocional (Gutiérrez-Rojas et al., 2020).

El acceso a tratamientos de salud mental y adicciones de calidad sigue siendo una necesidad urgente, especialmente en un contexto donde el sufrimiento aumenta, pero los recursos públicos disminuyen.

La medicalización de la sociedad: psicofármacos para todos

Antes de la crisis económica global de 2008, ya se registraban cifras preocupantes de prescripción de psicofármacos. En España, por ejemplo, se prescribían antidepresivos a un 9 % de la población y ansiolíticos a un 26 %, incluso en personas sin diagnóstico clínico formal (Moncrieff & Kirsch, 2022). Esto suponía tener más de una cuarta parte de la población medicada, una cifra sin precedentes en Europa.

Con la crisis, esta situación se agravó: la ansiedad, la depresión y las adicciones aumentaron, pero los recursos públicos no crecieron en proporción. Según datos presentados en el 5º Congreso Nacional de Salud Mental celebrado en Barcelona, entre 2006 y 2010:

  • La prevalencia de la depresión pasó del 28,9 % al 47,5 %.
  • Los trastornos de ansiedad aumentaron un 8,4 %.
  • Los diagnósticos de alcoholismo subieron del 1,4 % al 6,2 %.

Los recortes y el colapso de la atención pública en adicciones

Paralelamente al aumento de la demanda, muchos servicios públicos de salud mental sufrieron recortes drásticos. Se redujeron los puntos de atención, los recursos humanos disponibles y la capacidad de respuesta en atención ambulatoria (Gili et al., 2022). Esto afectó especialmente al abordaje de las adicciones, que suele requerir tratamientos especializados, multidisciplinarios y de seguimiento intensivo.

Como resultado, muchas personas han tenido que recurrir al sistema privado o, en algunos casos, han quedado sin atención adecuada. Este desajuste ha favorecido la expansión de tratamientos privados, tanto en régimen ambulatorio como en modalidad de ingreso.

¿Ingreso o tratamiento ambulatorio?

Aunque tradicionalmente se ha considerado que el ingreso en una clínica de desintoxicación ofrece mayores garantías de éxito, en los últimos años han ganado terreno los modelos ambulatorios bien estructurados, que ofrecen resultados comparables a menor coste (Minozzi et al., 2020).

Estos tratamientos incluyen:

  • Atención psicológica individual y grupal.
  • Supervisión médica y farmacológica.
  • Intervención familiar y comunitaria.
  • Programas de prevención de recaídas.

Los datos sugieren que cuando hay adherencia, seguimiento estructurado y un equipo especializado, los tratamientos ambulatorios pueden ser igual de eficaces que los ingresos para aquellos casos de gravedad leve (González et al., 2023). Sin embargo, para las personas que presentan un nivel de adicción moderada o grave, los tratamientos en Centro de Día o Centro de Ingreso son los más adecuados.

El problema de la información y la sobreoferta online

Una de las dificultades más comunes para quienes buscan tratamiento es la falta de información clara y fiable. Internet está plagado de ofertas, muchas veces sin aval clínico ni criterios de calidad. Las webs promocionadas a través de publicidad pagada no siempre representan las mejores opciones.

Es fundamental comparar, contrastar fuentes y buscar centros con experiencia contrastada, equipo interdisciplinar y una filosofía terapéutica integral. Algunas señales de confianza pueden incluir:

  • Transparencia en los equipos profesionales.
  • Uso de metodologías reconocidas (psicoterapia cognitivo-conductual, terapia motivacional, mindfulness, etc.).
  • Supervisión médica real, y no solo comercial.
  • Evaluación diagnóstica completa antes del tratamiento.

Conclusión: buscar opciones eficaces, pero también humanas

Las personas con adicciones o sus familiares necesitan más que un medicamento o una solución rápida. Requieren acompañamiento, intervención especializada, y acceso a tratamientos dignos, sostenibles y efectivos. No se trata solo de dejar de consumir, sino de reconstruir un proyecto de vida.

La solución no está exclusivamente en una pastilla ni en un retiro caro, sino en un tratamiento personalizado, basado en la evidencia y adaptado a la situación real de cada persona.

Referencias

Gili, M., Castellví, P., Vives, M., & Roca, M. (2022). Atención a la salud mental en tiempos de crisis: situación actual y propuestas de mejora. Revista Española de Salud Pública, 96, e1–e11. https://doi.org/10.4321/S1135-57272022000100001

González, A., Muñoz, E., & Martín, J. (2023). Eficacia comparada de tratamientos ambulatorios vs. hospitalarios en adicciones. Adicciones, 35(2), 98–106. https://doi.org/10.20882/adicciones.2007

Gutiérrez-Rojas, L., Porras-Segovia, A., & López-Ibor, J. J. (2020). El impacto de las crisis económicas en la salud mental. Psiquiatría Biológica, 27(2), 50–58. https://doi.org/10.1016/j.psiq.2020.01.003

Minozzi, S., Saulle, R., De Crescenzo, F., Amato, L., & Davoli, M. (2020). Psychosocial interventions for psychostimulant misuse. Cochrane Database of Systematic Reviews, (10), CD011866. https://doi.org/10.1002/14651858.CD011866.pub2

Moncrieff, J., & Kirsch, I. (2022). Antidepresivos y placebo: una revisión crítica. The British Journal of Psychiatry, 221(5), 649–657. https://doi.org/10.1192/bjp.2022.100