Inicio » Salud » Adicción al azucar, la otra pandemia del siglo XXI

El consumo excesivo de alimentos y bebidas ricas en azúcares es ya una realidad en nuestra sociedad. Esta ingesta es motivada principalmente por el placer que nos genera el sabor dulce, además de la puesta en marcha de ciertos mecanismos que se asemejan a los que se activan en las adicciones a las drogas. ¿Existe la adicción al azúcar? ¿Cómo afecta a nuestra salud?

A día de hoy sigue en debate el tema de la adicción a la comida y, por ende, la adicción al azúcar. Hasta el momento el DSM-5 y la CIE-10-ES siguen sin contemplar la adicción a la comida como un trastorno en sí mismo. No obstante, el Centro Rudd de Política Alimentaria y Obesidad de la Universidad de Yale creó en 2009 la Escala de Adicción a la Comida de Yale (YFAS), un cuestionario de 25 puntos, basado en los patrones conductuales y de sintomatología presentes en el DSM-IV, para evaluar la adicción a la comida en las personas.

Adicción al azucar

Pero ¿qué es realmente la adicción a la comida? Las definiciones varían según autores debido a ser un tema tan controvertido y debatido. Agüera et al. (2016) definen la adicción a la comida como una enfermedad mental crónica y recurrente, caracterizada por la búsqueda y el consumo compulsivo de ciertos alimentos, a pesar de sus consecuencias nocivas para la salud por no ser saludables (grasas saturadas y trans o azúcar) o por promover ciertas enfermedades (síndrome metabólico, enfermedades cardiovasculares, etc).

A pesar de que el debate sigue en pie, existen estudios que han establecido una asociación entre el consumo de azúcar y grasa con la activación de ciertas áreas cerebrales de forma similar a lo que sucede con el consumo de drogas como la cocaína. Además, a día de hoy sabemos que algunos alimentos son capaces de alterar el circuito de recompensa del cerebro y convertirse en potenciales adicciones. Si nos centramos en el azúcar, se ha demostrado que su ingesta repetida provoca niveles de dopamina prolongados, activando las vías de gratificación (necesidad de consumir mayor cantidad), aumentando la tolerancia (se necesita una mayor dosis para alcanzar el mismo efecto), e incrementando la susceptibilidad (se libera dopamina con mayor facilidad). Así, el individuo cada vez sentirá la necesidad de consumir mayores dosis de azúcar (como ocurre con las drogas), llegando a sentir ansiedad o depresión si cesa la ingesta durante un periodo de tiempo prolongado.

¿Por qué nos gusta tanto el azúcar?

Antes de entrar en materia, vamos a explicar por qué nos gusta tanto este ingrediente y por qué en su día fue útil para nuestra supervivencia y hoy se ha convertido en un gran problema:

La comida palatable es aquella que nos resulta altamente apetitosa y la solemos asociar a alimentos procesados e hipercalóricos, con alto contenido en azúcar y grasas añadidas. Pero, ¿por qué a nuestro cerebro le resulta tan apetecible este tipo de comida si es perjudicial para nuestro organismo?

A lo largo de la historia, el ser humano se ha enfrentado a prolongados periodos de ayuno, por lo que la ingesta de alimentos con alto contenido en calorías, grasas y azúcares nos proporcionó mucha energía y por ende fueron beneficiosos para nuestra supervivencia. Además, al ser tan sabrosos y aportarnos la energía que necesitábamos, estos alimentos intervinieron en nuestro sistema de recompensa, llevándonos a ir constantemente en su búsqueda. En un principio, estos alimentos no generaban impacto nocivo en nuestra salud, ya que además de utilizar una gran parte de la energía que nos aportaban, eran alimentos enteros y sin procesar, como los frutos secos, las semillas, las frutas, etc. El gran problema comenzó cuando empezamos a extraer determinados ingredientes de la matriz de los alimentos (el azúcar de la fruta, por ejemplo) y a juntarlos para crear alimentos ultraprocesados, muy ricos en azúcares simples y grasas saturadas y trans, con gran poder adictivo.

Otro aspecto importante a tener en cuenta es la hipótesis del ‘genotipo ahorrador’, propuesta por James V. Neel en 1962. Esta teoría explica que, ante épocas de hambruna prolongadas, nuestro organismo se protegió mediante modificaciones genéticas que nos permitieron acumular una mayor cantidad de energía en forma de grasa mediante el mismo aporte calórico. Lo que en su día fue un factor beneficioso para nuestra supervivencia, hoy se ha convertido en una desventaja debido a la abundancia de alimentos repletos de azúcares y grasas poco saludables. No ha dado tiempo a adaptarnos, por lo que mantenemos este ‘genotipo ahorrador’ a pesar de no pasar por periodos de hambruna constantes.

Por lo tanto, tenemos por un lado una necesidad constante de ingerir alimentos muy palatables como son los productos azucarados debido a que activan nuestro sistema de recompensa y, por otro lado, ingerimos una mayor cantidad de estos alimentos de lo que necesitamos, acumulándose en nuestro organismo debido a ese ‘genotipo ahorrador’ que tanto nos ayudó en un pasado.

Para demostrar el efecto adictivo del azúcar se han llevado a cabo numerosos estudios. Muchos de ellos han podido afirmar la gran capacidad que posee esta sustancia de crear dependencia. Otros, por el contrario, indican que no es cierto y que las investigaciones no son concluyentes. Si revisamos los conflictos de interés de estos últimos, podemos observar que la mayor parte de investigaciones han sido financiadas por empresas que comercializan productos con alto contenido en azúcares.

Vemos pertinente resaltar el estudio de Magalie Lenoir et al. (2007) realizado con ratas, donde se les permitió elegir entre agua endulzada con sacarina (edulcorante) y cocaína intravenosa. El 94% de las ratas se decantó por el dulzor de la sacarina. El estudio recalca textualmente que ‘la preferencia por la sacarina no es atribuible a su capacidad antinatural de inducir el dulzor sin una aportación calórica posterior, ya que también se observó la misma preferencia con una concentración equipotente de sacarosa, un azúcar natural’.

El ensayo de Palma Ramírez G. et al. concluye que el azúcar tiene un proceso neurofisiológico adaptativo similar al de una droga de abuso, al tener parecidos en su efecto neurológico serotonina-dopaminérgico y en el proceso psicológico de recompensa-reforzamiento (muy característico de las adicciones). Esta ‘adicción’ se ve condicionada por tres factores:

  • Factor ambiental: caracterizado por un patrón de conducta adquirida de consumo de alimentos ricos en azúcares, provocado por el medio y la cultura en la que se desarrolla la persona, además de la publicidad constante que promueve hábitos de vida poco saludables, presente desde la infancia del individuo. Esto provoca efectos nocivos como el aumento de riesgo de enfermedades psiquiátricas: síndrome de abstinencia, ansiedad y depresión.
  • Factor fisiológico: caracterizado por la necesidad de ingerir alimentos azucarados. Los pacientes que consumen frecuentemente estos alimentos presentan niveles bajos de triptófano y serotonina cuando disminuye el consumo, por lo que sienten la ‘necesidad’ de volver a comer estos alimentos.
  • Factor genético: Existe una tendencia hereditaria al consumo de sustancias placenteras en exceso en las que se encuentra también el azúcar.

A pesar de existir un claro debate acerca de la existencia de la adicción a la comida, está demostrado que existe un problema de control hacia ciertos alimentos que pueden llevar a las personas a desarrollar enfermedades que repercutan a su salud.

¿Es malo el azúcar?

En un principio, el azúcar presente en la matriz de los alimentos (ej: la fructosa de la fruta) no es perjudicial para nuestra salud, sino todo lo contrario: necesitamos carbohidratos para el correcto funcionamiento de nuestro organismo. Pero no debemos confundir los azúcares naturalmente presentes en los alimentos, que vienen acompañados de otros componentes como la fibra (ej: pieza de fruta), con el azúcar simple y refinado que encontramos en los productos procesados que tanto se consumen hoy en día (ej: bollería industrial).

Debido al gran impacto negativo que tiene el consumo excesivo de esta sustancia en nuestro organismo, la OMS recomienda reducir su consumo a menos del 5% de la ingesta calórica total. ¿Cómo calculo esta cifra?

Imaginemos una persona que ingiere 2.000 Kcal diarias. El 5% de 2.000 Kcal serían 100 Kcal. Teniendo en cuenta que 1g de azúcar equivale a 4 Kcal, deberíamos dividir 100 Kcal÷4Kcal/g = 25 g.

Así, una persona cuyos requerimientos energéticos ronden las 2.000 Kcal, la dosis máxima recomendada de azúcares simples serán 25g.

Si nos fijamos en la cantidad de azúcares añadidos que contienen muchos de los alimentos que ingerimos diariamente, podemos hacernos una idea de la gran cantidad de azúcar simple que podemos llegar a ingerir en tan solo un día:

  • 1 lata de Coca-Cola (330ml): 35g de azúcar añadido.
  • 1 ración de ColaCao (40g): 28 g de azúcar añadido.
  • Cereales de oreo (100g): 27 g de azúcar añadido.
  • Cereales Choco flakes (100g): 26 g de azúcar añadido.
  • 1 ración de Galletas AvenaCol (6 galletas): 9,5 g de azúcar añadido.

Como vemos, la mayor parte de productos ultraprocesados que compramos en las grandes superficies contienen azúcares añadidos en mayor o menor medida, por lo que es esencial que en nuestra dieta resalten las materias primas: cereales integrales, legumbres, frutas y verduras de temporada, semillas y frutos secos, carnes magras, pescados, huevos y lácteos; y añadir de forma ocasional este tipo de productos procesados.

Enfermedades asociadas

El consumo moderado de azúcar no es nocivo para la salud, ya que, como hemos indicado anteriormente, los azúcares naturalmente presentes en los alimentos son esenciales para el correcto funcionamiento de nuestro organismo. No obstante, el elevado consumo de alimentos ultraprocesados hipercalóricos ricos en azúcares simples y grasas saturadas y trans han contribuido al aumento de enfermedades no transmisibles como son la obesidad, la diabetes o los problemas cardiovasculares.

Además, como ya hemos mencionado, el consumo de esta sustancia provoca dependencia, ya que el azúcar ‘engaña’ a nuestro sistema de hambre-saciedad, causándonos saciedad por un periodo corto de tiempo (elevando rápidamente los niveles de insulina) para después causar un mayor apetito. Esto puede repercutir gravemente en la función de la insulina y derivar en problemas serios como es la Diabetes Mellitus tipo 2.

A pesar de tener efectos negativos para la salud, el azúcar no es el único causante de este tipo de patologías, sino que también influyen otros factores como el sedentarismo (trabajo en oficinas, estudios, ocio como la televisión o los videojuegos, etc.), la escasez de sueño, la salud mental deteriorada, el tabaquismo, el alcoholismo, el consumo de otras drogas, etc. El estado de salud deteriorado dependerá de numerosos factores, siendo el excesivo consumo de azúcar uno de ellos.

Algunos síntomas que pueden aparecer cuando consumimos una elevada cantidad de azúcar simple son: falta crónica de energía, sensación de fatiga, mayor predisposición a resfriados y a infecciones en general, enfermedades como osteoporosis, caries, piel seca y agrietada, calambres y espasmos musculares, insomnio, mayor propensión al dolor, etc. Además, se ha asociado el alto consumo de esta sustancia al desarrollo de diabetes, cáncer, obesidad, enfermedades cardiovasculares, colesterol y triglicéridos altos (recordemos que son enfermedades multifactoriales y no solo está implicado el consumo de azúcares simples).

Conclusión

A día de hoy no podemos afirmar de manera contundente la adicción al azúcar, pero sí podemos recalcar que existe una gran dependencia hacia esta sustancia y que se ingieren dosis mucho más altas de las recomendadas por organismos oficiales y por los expertos en materia de Salud. Por esta razón, debemos reducir la ingesta de azúcares añadidos y basar nuestra alimentación en materias primas como son los cereales integrales, legumbres, frutas y verduras de temporada, semillas y frutos secos, carnes magras, pescados, huevos y lácteos.

Si tú o alguien de tu entorno presenta problemas de conducta hacia la comida, no dudes en ponerte en contacto con nosotros. Te ofreceremos la información pertinente, así como nuestras opciones de tratamiento.

Referencias

Juan Garduño-Espinosa, D. Á.-M.-G.-A.-R.-H. (Junio de 2019). La obesidad y el genotipo ahorrador. Determinismo biológico y social versus libre albedrío. Obtenido de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-11462019000300106#:~:text=El%20genotipo%20ahorrador%20es%20una,conformaci%C3%B3n%20de%20la%20naturaleza%20humana.

Magalie Lenoir, F. S. (1 de Ago. de 2007). El dulzor intenso supera la recompensa de la cocaína. Obtenido de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-11462019000300106#:~:text=El%20genotipo%20ahorrador%20es%20una,conformaci%C3%B3n%20de%20la%20naturaleza%20humana

Martín, C. A. (2019). Psiconutrición. Aprende a tener una relación saludable con la comida. Arcopress.

Palma Ramírez, N. F. (s.f.). El azúcar, tan nociva como cualquier droga. Obtenido de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-11462019000300106#:~:text=El%20genotipo%20ahorrador%20es%20una,conformaci%C3%B3n%20de%20la%20naturaleza%20humana

Rabasco Gómez, L. (2018). Una revisión bibliográfica sobre la adicción a la comida y su relación con otros trastornos de la conducta alimentaria. Obtenido de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-11462019000300106#:~:text=El%20genotipo%20ahorrador%20es%20una,conformaci%C3%B3n%20de%20la%20naturaleza%20humana

 

Redactado por: Luna Violeta de Hita García, estudiante de Nutrición Humana y Dietética.

Escrito en: Salud