‘La ludopatía se extiende entre los jóvenes’. Así se titula el artículo de Plaza Nueva que resalta la creciente tendencia del juego online y presencial entre los menores de edad. Según la Asociación Aralar de Ayuda y Prevención a la Ludopatía en Navarra, el 20,1% de los menores de edad (14-18 años) jugaron con dinero en el año 2021. Teniendo en cuenta que el juego no está permitido en menores de 18 años, estos datos resultan alarmantes.
El Informe Anual sobre Adicciones Comportamentales del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones señala que la edad media de comienzo en el juego online son los 15 años y para el juego presencial los 14,6 años. De entre estas dos opciones, los menores suelen recurrir con mayor frecuencia al juego online, ya que les resulta más sencillo: fácil acceso, anonimato, capacidad de apostar pequeñas cantidades de dinero, apostar con dinero digital a través de una tarjeta…
Si nos centramos en el juego online, encontramos que las apuestas deportivas predominan entre los hombres y las loterías entre las mujeres. Por otro lado, en el juego presencial predominan los juegos de lotería instantánea y convencional en ambos géneros.
¿Por qué recurren los menores al juego?
En muchas ocasiones, los adolescentes recurren al juego como resultado de una carencia, alguna situación que no han sido capaces de resolver. El juego se convierte en la vía de escape, se evaden y encuentran placer y alivio del malestar, aunque sea momentáneo.
Ante estas carencias, es importante que la familia, los profesores y los terapeutas creen un espacio seguro para el menor, donde pueda expresarse y haya una comunicación asertiva. Además, debe fomentarse la creatividad y la motivación del niño.
Para diferenciar el juego patológico del juego saludable usado para el ocio, existen las siguientes características:
- El menor presenta una preocupación excesiva por el juego, habla constantemente sobre ello y pasa a ser su tema principal de conversación.
- Necesita jugar durante largos periodos de tiempo, por lo que el resto de esferas de su vida se ven deterioradas.
- Fracaso al intentar controlar el tiempo dedicado al juego. Presenta una pérdida de control hacia el juego, por lo que le es complicado marcar límites.
- Cuando los familiares, tutores, profesores o terapeutas le invitan a interrumpir el juego, el menor se niega, apareciendo emociones de ira, frustración o irritabilidad.
- El menor desea jugar más tiempo para recuperar todo aquello que perdió, a pesar de seguir perdiendo dinero.
- Comienza a engañar a la familia, los profesores, los terapeutas o las amistades acerca del grado de implicación que tiene con el juego.
- Puede llegar a realizar ‘actos ilegales’, tales como robar dinero a sus seres queridos o a extraños, o utilizar la tarjeta de sus familiares para jugar.
- Al igual que sucede con el resto de adicciones, cuando el menor dedica tanto tiempo al juego, se produce una pérdida de las relaciones interpersonales y de las oportunidades educativas, viéndose aumentado el fracaso escolar.
- En muchas ocasiones, el menor confía en que los demás (amistades, familia, etc) solucionarán sus problemas. Aparece una dificultad para asumir responsabilidad sobre sus actos.
Por lo tanto, la diferencia entre el juego patológico y el saludable está en la capacidad de adaptación y de asunción de responsabilidades que tienen los menores, así como la pérdida del control sobre el juego. Un juego esporádico no implica adicción, ya que el resto de áreas de su vida permanecen estables: estudios, amistades, familia, alimentación, salud, etc. Por lo tanto, si no tiene acceso al juego, puede hacer otras tareas sin que eso suponga un problema.
¿Cómo ayudo a un menor que presenta síntomas de ludopatía?
En primer lugar, es importante conocer la relación e implicación que tiene el menor con el juego. Si detectamos algún síntoma de adicción al juego, entonces es recomendable acudir a un profesional para que el menor reciba terapia psicológica especializada.
Por otro lado, el papel de la familia tiene un gran peso en estas situaciones. Es importante que la familia y las personas cercanas al menor se comprometan con las reglas respecto al juego y establezcan límites. Un ejemplo de esto sería explicar al menor que primero se realizan las responsabilidades diarias (deberes, actividades extraescolares, socialización con las amistades, tareas del hogar, etc) y después el juego. Además, debe limitarse el horario de juego, siendo recomendable no superar las 2 horas diarias.
Como hemos mencionado anteriormente, crear un espacio de seguridad donde predomine la comunicación asertiva y la escucha activa facilitará que el menor exprese sus emociones, sus problemas e inseguridades. Si el entorno familiar es hostil y carente de comunicación y cercanía, será muy complicado que se sienta capaz de comunicarse. Por ello, es importante la implicación del entorno cercano del menor.
Deben fomentarse otras áreas de la vida del menor que le produzcan placer e interés y le parezcan divertidas, como pueden ser los deportes, la música, la pintura, la lectura, la escritura, los animales, la naturaleza, la cocina, etc. Durante estas edades es conveniente que el menor se desarrolle en diversas esferas que no impliquen a las nuevas tecnologías, con el fin de evitar una dependencia a las mismas.
Por último, es recomendable que el menor mantenga su salud física y mental en un estado óptimo. Para ello, debe alimentarse de forma saludable, mantener unos patrones de sueño estables, realizar actividad física de forma regular, tener exposición solar diaria (con protección) y mantener relaciones sociales sanas.
Si tú o alguien de tu entorno presenta síntomas de ludopatía, no dudes en contactarnos. Te ofreceremos información acerca de la adicción y de nuestras opciones de tratamiento.
Redactado por Marian García, psicoterapeuta y directora de Orbium Desarrollo.
Escrito en: Noticias