Muchas personas que luchan contra una adicción, o sus familiares, conviven con una serie de ideas que no siempre son correctas. Estas creencias erróneas sobre las drogas influyen en cómo se percibe el problema y pueden interferir con la recuperación. Desde nuestra experiencia clínica, hemos detectado que estos mitos se repiten con frecuencia, perpetuando estigmas, generando frustración y alejando a las personas de una solución real y sostenible (Volkow et al., 2016).
A continuación, analizamos once de las más comunes.
“El consumo de drogas se puede controlar”
Muchas personas creen que pueden mantener un consumo “responsable”, especialmente en drogas legales como el alcohol o el cannabis. Sin embargo, este concepto es ambiguo y puede convertirse en una forma de negación del problema, uno de los mecanismos de defensa más frecuentes en las adicciones (González Menéndez et al., 2021).
Reconocer la pérdida de control es fundamental para la recuperación, pero esto requiere autocrítica, conciencia de enfermedad y apoyo terapéutico.
“Dejar las drogas no es tan difícil”
La dificultad para dejar una sustancia depende del nivel de implicación con ella: uso ocasional, abuso o dependencia. Mientras el uso recreativo es más fácilmente reversible, la dependencia implica alteraciones cerebrales, emocionales y conductuales que hacen que la persona necesite ayuda profesional (Koob & Volkow, 2016). Además, si el consumo se ha convertido en un hábito asociado a actividades cotidianas, la salida será más compleja.
“Lo complicado es la dependencia física, no la psicológica”
Esta creencia es común, pero errónea. Aunque la dependencia física puede incluir síntomas intensos de abstinencia, como en el caso de la heroína o el alcohol, la dependencia psicológica suele ser más duradera y difícil de gestionar (APA, 2022).
Por ejemplo, la nicotina se elimina del cuerpo en pocos días, pero los exfumadores pueden sentir deseos de fumar durante años. Lo mismo ocurre con otras sustancias cuya función ha sido aliviar ansiedad, tristeza o aburrimiento.
“No poder dejar las drogas es una cuestión de fuerza de voluntad”
Las adicciones alteran circuitos cerebrales relacionados con el autocontrol y la toma de decisiones (Volkow et al., 2016). Además, en muchos casos coexisten con otros trastornos mentales, lo que se conoce como patología dual (Fernández-Montalvo & López-Goñi, 2010). La recuperación no es cuestión de carácter, sino de intervención profesional y motivación sostenida.
“Todas las drogas producen los mismos efectos en todas las personas”
Los efectos de una droga dependen de tres factores: la sustancia, la persona y el contexto de consumo. La misma droga puede producir placer en unos y ansiedad o tristeza en otros, como ocurre con el alcohol o las drogas alucinógenas (Kreek et al., 2012). Este principio es clave para entender por qué unas personas desarrollan dependencia y otras no.
“Las drogas son cosa de jóvenes”
Aunque el inicio del consumo suele darse en la adolescencia, las adicciones afectan a todas las edades. Según datos del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (OEDA, 2023), el consumo problemático se da tanto en jóvenes como en adultos mayores de 35 años. Además, el cerebro adolescente es más vulnerable a la adicción, lo que incrementa el riesgo a largo plazo.
“Las drogas producen placer”
Es cierto que muchas drogas generan sensaciones agradables en las primeras fases del consumo. Sin embargo, con el tiempo, la persona deja de consumir para obtener placer y comienza a hacerlo para evitar el malestar que genera la abstinencia. Esto se conoce como paso del refuerzo positivo al negativo (Koob, 2021). Además, no todas las personas disfrutan el consumo: algunas sufren efectos indeseados desde el primer contacto.
“Las drogas ayudan a superar estados de ánimo negativos”
Muchas personas consumen para aliviar aburrimiento, tristeza o desmotivación. Pero las drogas no solucionan esos estados; al contrario, los intensifican con el tiempo. La automedicación con sustancias puede enmascarar trastornos afectivos no diagnosticados (Beesdo-Baum & Knappe, 2012), dificultando su tratamiento adecuado. Si el consumo cumple una función emocional, es necesario buscar ayuda profesional especializada.
“En esta vida hay que estar feliz todo el tiempo”
Vivimos en una cultura que promueve el hedonismo constante. Esta expectativa irreal puede hacer que las personas busquen estímulos externos, como las drogas, para alcanzar estados de ánimo que no logran naturalmente. Pero estar triste, frustrado o aburrido es parte de la experiencia humana. Aceptar la incomodidad emocional es un acto de madurez y protección ante las adicciones (Hayes et al., 2006).
“Los ex-adictos pueden volver a consumir de forma controlada”
Las investigaciones muestran que el contacto con la sustancia de consumo puede reactivar el circuito de adicción, incluso después de largos periodos de abstinencia (Everitt & Robbins, 2016). Aunque algunos teóricos proponen la posibilidad de “consumo controlado” en ciertos casos, la mayoría de los profesionales lo desaconsejan debido al alto riesgo de recaída.
“Las recaídas son un fracaso”
Las recaídas son parte del proceso de recuperación. No indican fracaso, sino una oportunidad de aprendizaje para identificar los factores que la provocaron: presión social, emociones intensas, contextos de alto riesgo, etc. Trabajar sobre estas situaciones fortalece la prevención futura (Marlatt & Donovan, 2005).
Conclusión: cuestionar los mitos, abrir camino al cambio
Muchas de estas creencias parecen inofensivas, pero cuando se integran en el pensamiento de una persona que consume, pueden perpetuar el problema o sabotear el tratamiento. La información veraz, el acompañamiento profesional y el trabajo emocional son claves para superar una adicción. Romper con estos mitos no solo favorece la recuperación, sino que humaniza el proceso.
Referencias
American Psychiatric Association. (2022). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5th ed., text rev.; DSM-5-TR). American Psychiatric Publishing.
Beesdo-Baum, K., & Knappe, S. (2012). Developmental epidemiology of anxiety disorders. Child and Adolescent Psychiatric Clinics of North America, 21(3), 457–478. https://doi.org/10.1016/j.chc.2012.05.001
Everitt, B. J., & Robbins, T. W. (2016). Drug addiction: updating actions to habits to compulsions ten years on. Annual Review of Psychology, 67, 23–50. https://doi.org/10.1146/annurev-psych-122414-033457
Fernández-Montalvo, J., & López-Goñi, J. J. (2010). Patología dual: revisión y actualización. Adicciones, 22(4), 289–294. https://doi.org/10.20882/adicciones.236
González Menéndez, J., Fernández Hermida, J. R., & Secades Villa, R. (2021). Tratamiento psicológico de las adicciones. Pirámide.
Hayes, S. C., Strosahl, K. D., & Wilson, K. G. (2006). Acceptance and Commitment Therapy: An Experiential Approach to Behavior Change. Guilford Press.
Koob, G. F. (2021). Neurobiology of addiction: a neurocircuitry analysis. The Lancet Psychiatry, 8(8), 696–710. https://doi.org/10.1016/S2215-0366(21)00140-7
Koob, G. F., & Volkow, N. D. (2016). Neurobiology of addiction: a neurocircuitry analysis. The Lancet Psychiatry, 3(8), 760–773. https://doi.org/10.1016/S2215-0366(16)00104-8
Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones. (2023). Informe EDADES. Ministerio de Sanidad. https://pnsd.sanidad.gob.es/profesionales/sistemasInformacion/sistemaInformacion/home.htm
Volkow, N. D., Koob, G. F., & McLellan, A. T. (2016). Neurobiologic advances from the brain disease model of addiction. The New England Journal of Medicine, 374(4), 363–371. https://doi.org/10.1056/NEJMra1511480