Nuestra sociedad no ve con buenos ojos a aquellos que tienen un problema serio con la bebida. El adicto lo sabe y comienza a desarrollar estrategias para ocultar su dependencia. Con un buen tratamiento, como el que ofrece Orbium, centro especializado en el diagnóstico y tratamiento de las adiciones, y desde una perspectiva plenamente terapéutica, con apoyo médico, psiquiátrico y psicológico, los adictos vuelven a recuperar una forma de vida saludable y satisfactoria sin volver a consumir.

 

 

Las bebidas alcohólicas están muy presentes en la sociedad actual, no se perciben como un riesgo potencial para la salud e incluso se conocen algunos de sus efectos positivos. En la mayor parte de las mesas españolas se consume vino, cualquier festejo social incluye cavas, vinos y bebidas destiladas, y también acompaña las actividades comerciales en las que existe la costumbre de cerrar tratos con comidas en las que Baco estaría satisfecho. El problema comienza cuando el etanol forma parte del día a día, llegando a ser necesario para poder seguir viviendo. El alcoholismo se va fraguando de esta manera, poco a poco; cada vez se ingiere más cantidad sin presentar síntomas de embriaguez, el consumo se va haciendo más frecuente y comienzan a cambiar los hábitos de vida. Se dejan de lado actividades antes placenteras, surgen problemas en el ámbito laboral y la persona se va aislando de amistades y familiares, cambia el humor, el carácter es cada vez más irascible, se comienza a sentir mal y culpable por no poder parar. Y entonces se bebe porque hay problemas, para olvidar, para desaparecer…

Se comienza a beber por los efectos positivos, pero el adicto bebe para evitar los efectos negativos de la privación. Sin embargo aún se piensa que la causa de la mala racha tiene origen fuera: la mala suerte, los compañeros, los clientes, los jefes, nuestra pareja, nuestros hijos… Sin embargo no es así, y hay que saber que el enfermo, cuando recibe ayuda, puede dejar de consumir y volver a tener una vida saludable y satisfactoria.

¿Qué haces ahí?-le dijo al bebedor que estaba sentado frente a una colección de botellas vacías y otras llenas. Bebo– respondió el bebedor con aire lúgubre.

Pero ¿por qué bebes?– Le preguntó el principito. Para olvidar– respondió el bebedor.

¿Para olvidar qué?– Preguntó el principito, que ya desde ese momento lo compadecía. Para olvidar que tengo vergüenza– confesó el bebedor agachando la cabeza. ¿Vergüenza de qué?– preguntó el principito deseando auxiliarlo. ¡Vergüenza de beber!– dijo el bebedor y se encerró definitivamente en el silencio.

Extracto de “El Principito” de A. de Saint-Exupéry