Cuando hablamos de adicciones, muchas personas piensan en sustancias ilegales como la cocaína o la heroína. Sin embargo, las dos drogas que más daño causan en el mundo están al alcance de cualquiera y gozan de una preocupante aceptación social: el alcohol y el tabaco. Son legales, sí, pero eso no las hace menos peligrosas. De hecho, su impacto en la salud pública y en la vida cotidiana es, con diferencia, mucho mayor que el de muchas sustancias prohibidas.

El alcohol y el tabaco: líderes en mortalidad evitable

La Organización Mundial de la Salud (2023) estima que el consumo de alcohol causa aproximadamente 3 millones de muertes anuales, lo que representa un 5,3 % de todas las muertes. En cuanto al tabaco, se calcula que mata a más de 8 millones de personas al año, incluyendo 1,3 millones de no fumadores expuestos al humo ajeno (Organización Mundial de la Salud, 2023). Estos datos dejan clara una realidad que a menudo se ignora: las drogas legales son responsables de más muertes que todas las drogas ilegales juntas.

El alcoholismo: una adicción con alto coste social y emocional

Entre ambas sustancias, el alcohol es especialmente devastador. No solo afecta la salud física (produciendo enfermedades hepáticas, cáncer, alteraciones cardiovasculares y deterioro cognitivo), sino también la salud mental y emocional. Se ha comprobado su papel en el desencadenamiento de episodios de violencia, conflictos familiares, aumento de la ansiedad o depresión, y disminución del rendimiento laboral (Espejo & Arnedillo, 2022).

Además, el alcohol representa una gran carga económica y social: ingresos hospitalarios, tratamientos crónicos, accidentes de tráfico, violencia doméstica… A nivel íntimo, la persona que sufre adicción vive en un estado de sufrimiento persistente, al igual que su entorno. La adicción no es un problema individual: es una crisis relacional y social.

Los adolescentes y el nuevo patrón de consumo

El patrón de consumo entre jóvenes ha cambiado. Actualmente se observa un fenómeno conocido como binge drinking, caracterizado por el consumo intensivo de alcohol durante fines de semana o eventos sociales. Este tipo de consumo busca la embriaguez rápida y está fuertemente influido por la presión del grupo y la necesidad de pertenencia (Sánchez & López-Caneda, 2021).

Este patrón no solo tiene efectos físicos inmediatos (intoxicación aguda, vómitos, desmayos), sino que también aumenta la probabilidad de desarrollar dependencia en el futuro, especialmente si se inicia en la adolescencia (Espejo & Arnedillo, 2022).

Vulnerabilidad y factores de riesgo en la adolescencia

Durante la adolescencia, el cerebro aún está en desarrollo, lo que lo hace especialmente vulnerable a las sustancias psicoactivas y a las conductas adictivas. Estudios recientes confirman que el consumo de alcohol en edades tempranas afecta áreas relacionadas con la memoria, el juicio y el control de impulsos (Sánchez & López-Caneda, 2021).

Además, existen factores de riesgo que aumentan la probabilidad de desarrollar adicción, como:

  • Historial familiar de consumo problemático.
  • Modelos parentales extremadamente permisivos o ausentes.
  • Entornos sociales que promueven el uso de alcohol.
  • Presencia de trastornos mentales no tratados.

Todo esto permite entender por qué el inicio precoz en el consumo de alcohol es una de las variables más relevantes en la aparición de una futura adicción (Espejo & Arnedillo, 2022).

¿Qué podemos hacer como adultos responsables?

Frases como “es normal, todos hemos bebido con 15 años” o “mejor que beban en casa donde los controlemos” banalizan un problema de salud muy serio. Como adultos, tenemos la responsabilidad de:

  • Informarnos y hablar con claridad con nuestros hijos sobre los efectos reales del alcohol y el tabaco.
  • Evitar el consumo frente a menores y no normalizar el uso de sustancias como método para “relajarse” o “divertirse”.
  • Escuchar sin juzgar y establecer normas claras y coherentes.
  • Buscar ayuda profesional si detectamos señales de consumo problemático.

Es impactante escuchar a una niña de 13 años contar que algunas de sus amigas se beben una botella de vodka los fines de semana “para ser guays y no aburrirse”. Pero lejos de juzgar, debemos preguntarnos: ¿qué modelo están viendo? ¿Qué vacíos están tratando de llenar?

Conclusión: una llamada a la conciencia

Las adicciones a drogas legales como el alcohol y el tabaco son un problema silencioso y normalizado. Afectan a todas las edades, clases sociales y entornos, y es necesario que como sociedad les demos la importancia que merecen. Hablar, prevenir y actuar a tiempo puede marcar la diferencia entre una vida limitada por la adicción y una vida libre y plena.

Referencias

  • Espejo, I., & Arnedillo, M. A. (2022). Consumo de alcohol en adolescentes: factores de riesgo y consecuencias. Revista de Psicología y Salud, 34(2), 91–105. https://doi.org/10.23923/j.rps.2022.02.005
  • Organización Mundial de la Salud. (2023a). Alcohol. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/alcohol
  • Organización Mundial de la Salud. (2023b). Tobacco. https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/tobacco
  • Sánchez, Á., & López-Caneda, E. (2021). Binge drinking y su impacto neuropsicológico en adolescentes. Adicciones, 33(3), 175–185. https://doi.org/10.20882/adicciones.1604