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¿Qué significa esto?

Quizás, lo primero que nos viene a la cabeza es el deterioro en la calidad de vida que sufrimos por culpa de esta enfermedad, y aquí me refiero a todos los individuos que rodean al adicto además de a este. Lo mas normal es escuchar a los familiares y amigos quejarse de conductas del adicto tales como la mentira, el engaño, el robo… La vida familiar ya no existe, la vida social tampoco (en contra de lo que el adicto cree) en el trabajo… ni te cuento.

Muchas de estas conductas se podrían entender por las consecuencias que el propio exceso provoca. Es el pez que se muerde la cola, cuanto mayor es el consumo peores son las consecuencias y peores las resacas. Podría decir que el síndrome de abstinencia es tan doloroso que obliga al adicto a realizar cualquier acción, por reprobable que esta sea; ¿no robarías si i el hambre o la sed te atormentara?, ¿no mentirías para conseguir aquello que te resulta imprescindible para tu supervivencia? Porque, aunque cueste de creer, para un adicto, en ocasiones, se trata de supervivencia. Pero no nos engañemos, digamos las cosas claras: ¿Siempre es así?, ¿siempre se trata de evitar un síndrome doloroso? ¿Acaso después de un par de días no desaparecen estos síntomas tan desagradables? Entonces ¿por qué vuelve a consumir?, ¿por qué no puede evitarlo?

No es mi intención aquí justificar las conductas del adicto, pero si puedo intentar explicar, a través de mi propia experiencia en este centro, cómo creo que ocurre esto que nos sucede

Yo opino que lo más característico del adicto es el engaño o la mentira. Pero no la mentira que hace a terceros para poder sobrevivir como apuntaba antes. Si no una mentira propia, una mentira a uno mismo, un autoengaño. En realidad, más que una mentira, es la insistencia por intentar hacer coherente la vida en dos universos, no solo muy alejados, si no que incompatibles. Estos universos diferentes pertenecen a dos estilos de vida en las que el adicto habita, esto es, el mundo ebrio y el sobrio.

 

Si la pregunta que nos ocupa, ¿por qué no puede evitarlo?, la analizamos de forma lógica tenemos:

1-La vida del adicto sobrio lo empuja de forma irremediable a volver a consumir. O sea, pretender llevar una vida normal nos lleva a volver a consumir. Porque, en definitiva, lo normal, para un adicto, es consumir.

2-Si la vida sobria empuja a consumir debemos entender que este tipo de vida debe contener algún error o alguna patología que el adicto intenta solucionar, aunque sea de manera subjetiva. Y, claro esta, el adicto solo encuentra una solución: volver a consumir. Solo se puede corregir la sobriedad con ebriedad. O eso cree el adicto.

El autoengaño, dicho esto, se ve más claro. La necesidad de subsanar el error no solo afecta al adicto, su entorno le insta constantemente a hacerlo, sin saber que en realidad le están empujando al consumo. A mayor insistencia en hacer compatibles las dos vidas peor. No es un asunto de fuerza, o de voluntad, sino de conocimiento, de comprensión de uno mismo y de los vínculos que tienes con los seres queridos, de comunicación.

Toda nuestra identidad, social, familiar, personal parece que está mal construida. Las bases del conocimiento del mundo que nos rodea no nos sirven para nada en ese mundo “NORMAL” al que queremos acceder.

La pregunta, , se convierte ahora en otra, no más fácil de responder, pero que delimita el radio de acción al sujeto y a su mundo de sobriedad.

¿Qué es lo que falla en este tipo de vida?

O mejor, ¿cómo he de entender mi ser, o personalidad, en el mundo?

¿Me conozco? ¿Sé lo qué quiero?

(Texto de Juan Carlos Prieto)