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La motivación para hacer algo pasa por tener objetivos y metas en nuestras vidas. Éstos varían entre personas y están bastante influidos por nuestro entorno social y por el aprendizaje de cada uno.

Cuando no conseguimos lo que deseamos aparece la frustración, un sentimiento de impotencia, una respuesta emocional común de todos los seres humanos. Surge cuando queremos conseguir algo pero tenemos que enfrentamos a un obstáculo que nos impide lograrlo,

Una forma inadecuada de manejar este sentimiento consciente de discrepancia entre lo que queremos y lo que realmente está disponible podría ser cuando:

  1. Percibimos que no podemos tener lo que queremos cuando nosotros lo queremos.
  2. Nos decimos que no podemos tolerar que sucedan las cosas, y estas autoverbalizaciones inician un proceso de intolerancia.
  3. Nos repetimos el mensaje de que no podremos detener la experiencia frustrante, y esto llega a fijarse en nuestras mentes.
  4. Nos preocupamos en medir lo intensa e intolerable que es nuestra frustración, lo que nos limita para considerar otra alternativa.
  5. La intensidad de los estados emocionales que experimentamos nos impide aprender de nuestra experiencia y, por consiguiente, repetimos el patrón.

Baja tolerancia a la frustración en adicciones

Es muy común que las personas adictas presenten poca tolerancia ante la frustración y, como señala Beck, “lo que induce fácilmente a buscar alivio en el consumo de drogas es el sentimiento de frustración. Estas personas son hipersensibles ante cualquier desengaño, insatisfacción o interferencia con sus objetivos, deseos y acciones”.

La adicción se rige por la búsqueda de placer y la evitación del dolor. Pueden usar la droga como un instrumento para enfrentar los problemas, cosa que les hace más vulnerables y con menor posibilidad de manejar otras habilidades para soportar la frustración.

Este fenómeno se llama baja tolerancia a la frustración, y se presenta cuando evitamos nuestros problemas en lugar de enfrentarnos a ellos. Piensan que no pueden tolerar el malestar y escapan de él. Buscan la gratificación inmediata y pierden el hedonismo a largo plazo.

Los pensamientos más frecuentes en los adictos con baja tolerancia a la frustración son:

  • No puedo soportar el no tomar.
  • No puedo funcionar si no ingiero la droga.
  • No soy lo suficientemente fuerte para resistirme.
  • No puedo soportar privarme del deseo.
  • Tengo la necesidad de…
  • Qué gano con hacerme sufrir.

Con estas creencias se intensifica la frustración y se reduce la tolerancia. Esto les lleva a bajos niveles de ejecución, errores en su comportamiento, se perciben con baja autoeficacia, tienen ideas sobre el poco valor de uno mismo y huyen de los problemas cuando tienen que afrontarlos.

En el proceso de tratamiento incrementaremos la tolerancia a la frustración, enseñándole habilidades de afrontamiento para las situaciones que se le presenten. Estas estrategias consisten en:

  1. Educarse a sí mismo sobre sus problemas del hábito.
  2. Enfrentar hechos y evitar excusas.
  3. Tratar de ver al hábito como un sistema del problema.
  4. Describir metas razonables y posibles.
  5. Usar su imaginación para visualizar paso a paso y lograr sus metas.
  6. Hacer del hábito un reto y tratar de vencerlo.
  7. Sustituir el hábito por algo constructivo.
  8. No plantearse falsas expectativas.
  9. Solicitar ayuda cuando se esté en dificultades o no se puedan cubrir los progresos.

Bibliografía:

Alvarez, J. (2011). Análisis psicosocial del uso de sustancias adictivas. Recuperado de: https://ebookcentral.proquest.com

Leal, P. & Heman, A. La baja tolerancia a la frustración y las adicciones. LiberAddictus. Recuperado de http://liberaddictus.org/Pdf/0202-17.pdf

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