Relaciones tóxicas: ¿Qué me pasa? La causa tiene un nombre.

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Todos conocemos el efecto de las relaciones tóxicas, lo hayamos vivido en carne propia o visto en la ajena. Esa relación que dejamos y que tras un tiempo pensamos que «debía haberlo dejado seis meses antes» o ese amigo al que le decimos por activa y por pasiva que ha llegado el momento de dejar a su pareja, que incluso él mismo se da cuenta de que su relación no va bien, pero aun así sigue y nunca se decide a cortar.

Lo curioso del efecto es que todo el mundo puede verlo, excepto el que lo sufre. Toda la familia y amigos de una persona atrapada en relaciones tóxicas se da cuenta de que no tiene futuro. Todos, menos el interesado. Pero nosotros mismos, que lo vemos tan claro en el otro, que sentimos el poder racional de aconsejar al pobre infeliz que tiene que escapar, seríamos incapaces de darnos cuenta si lo mismo nos pasase a nosotros. Es una situación que solo se puede ver desde fuera. Eso, o conocer la causa de fondo.

La causa de fondo, ese «nosequé» que impide dar el paso una y otra vez existe y tiene nombre. El nombre es un poco técnico y está tomado de la economía conductual, una disciplina que estudia las reacciones de las personas ante decisiones económicas y cuyas conclusiones son que los humanos tomamos, en muchas ocasiones, decisiones en contra de toda lógica de forma sistemática.

Una de estas formas sistemáticas de tomar decisiones ilógicas es la que nos ocupa: la falacia de los costes hundidos. Básicamente, esta dice que los seres humanos, debido a nuestra desmedida aversión a las pérdidas, somos propensos a invertir recursos (dinero, tiempo, sentimientos, esfuerzo; elijase el que se quiera) en proyectos (relaciones, compras, carrera, estilo de vida, aficciones) a pesar de que todo indica que el proyecto es un fracaso porque ya hemos invertido mucho en ellos.

El caso paradigmático es el asistir a un concierto. Compramos las entradas con antelación, pero el día del concierto está lloviendo a cántaros. No nos apetece ir: hace frío y se está mejor en casa. Pero como ya hemos pagado la entrada (ya hemos invertido algo en este proyecto), pensamos que es racional y lógico ir al concierto. Lo que realmente es racional y lógico es que el coste de la entrada ya está perdido, hagamos lo que hagamos, y pasar frío y quedar empapado solo hace que la cosa se ponga peor.

Con las relaciones tóxicas es similar. Hemos invertido años, dinero (regalos), oportunidades que no hemos tomado por la pareja, etc. Hemos pagado un precio grande. Lo que viene por delante es tan apetecible como una buena lluvia y unos grados bajo cero, pero como ya hemos pagado el precio, tendemos a aceptar esa lluvia y ese frío. Todo menos considerar que ese tiempo se ha perdido.

Así que la próxima vez que alguien alrededor (o tú mismo) esté en esta situación, háblale de la falacia. Quizá así se dé cuenta y consiga dejar la relación en tres meses y no seis. No al momento. Al fin y al cabo, no somos tan racionales.