El alcohol es un teratógeno que puede dar lugar a numerosos efectos nocivos en lo relativo a la conducta, el crecimiento y el desarrollo cognitivo. Por lo tanto, el consumo de alcohol durante el embarazo puede acarrear diversas consecuencias para el feto, tales como deformidades en diferentes zonas del cuerpo o anomalías cefálicas.

En las últimas décadas han aumentado los trastornos asociados a la exposición prenatal al alcohol, siendo uno de los más graves el Síndrome Alcohólico Fetal (SAF).

Este trastorno afecta de una forma muy clara al aspecto físico del niño, quien presenta alteraciones faciales típicas, como ojos pequeños, ligero estrabismo, labio superior fino y poco prominente, mayor separación entre la nariz y la boca, surco nasolabial poco marcado, cabello fino y perímetro cefálico reducido.

No obstante, esto constituye solo la punta del iceberg, ya que el desarrollo de todos sus órganos se ve afectado por el alcohol, especialmente el del cerebro. Son más habituales los déficits cerebrales que las secuelas externas y generalmente derivan en alteraciones cognitivas, emocionales y sociales.

El diagnóstico de este síndrome se basa en los rasgos externos, las alteraciones en la estructura cerebral y los datos sobre el consumo de alcohol de la madre durante el embarazo. No obstante, deberían contemplarse también en todos los casos las anomalías neuropsicológicas ya que, desde la primera infancia, estos niños muestran una percepción alterada (no advierten obstáculos, tienen dificultades a la hora de reconocer formas y figuras o sienten el dolor con menor intensidad), un lenguaje deficitario, alteraciones de memoria y una capacidad de atención menoscabada; sin restarle importancia a los trastornos psicomotores, también frecuentes en estos individuos.

La capacidad de concentración limitada junto con una memoria a corto plazo mermada conduce a estas personas a tener importantes dificultades de aprendizaje. Sin embargo, donde más obstáculos parecen tener es en los problemas complejos y el pensamiento lógico.

Mujer embarazada bebiendo alcohol

Otra de las características de estos niños es que, a primera vista, puede dar la sensación de que sufren un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), ya que suelen mostrar un comportamiento descontrolado e inquieto. Son niños poco miedosos, lo que se traduce en la realización por su parte de conductas temerarias o irreflexivas.

Antes de hablar de posibles tratamientos, es primordial resaltar la importancia de un diagnóstico precoz de esta enfermedad, algo que en muchas ocasiones resulta complicado ya que, como se ha mencionado, muchos de estos niños no presentan características físicas tan notorias como los casos más graves y, a primera vista, puede parecer que no tienen ningún problema, puesto que las alteraciones cognitivas y conductuales se ponen de manifiesto más adelante.

Un diagnóstico precoz posibilita una intervención temprana, que contribuirá a un mejor pronóstico de estos pacientes. Asimismo, se ha propuesto el tratamiento psicopedagógico como una de las alternativas más aceptadas, pues se ha visto que reduce las alteraciones neurológicas del niño. Otra medida importante y que puede mejorar la calidad de vida tanto del paciente como de la familia es la psicoeducación a los padres y entorno más cercano (profesores, etc.). Esto hará que, una vez comprendida la enfermedad y lo que implica en el funcionamiento cognitivo y conductual del niño (junto con pautas de actuación ante ello), la situación sea más abordable para las familias.

Problemas cognitivos en el bebé con síndrome de alcoholismo fetal

Para lograr todo esto, es imprescindible llevar a cabo una evaluación multidisciplinar, una intervención neuropsicológica adecuada, desarrollar programas de intervención escolar individualizados con el objetivo de aprovechar al máximo las capacidades del niño y, por último, que éste se críe en un entorno protector, estable y cercano.

Existen numerosas medidas que pueden paliar las consecuencias tan negativas que acarrea esta enfermedad, sin embargo, es posible que lo más importante sea centrarse en la prevención, es decir, en conseguir reducir al mínimo el consumo de alcohol durante el embarazo y seguir un tratamiento del alcoholismo; para lo cual, las opciones mejor aceptadas hasta el momento han sido la educación pública sobre los efectos potenciales de la exposición prenatal al alcohol y la entrevista motivacional.

Referencias

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Hernández, A., Sánchez, M., Pérez, Y., Sosa, T.A. y Marcos, J.A. (2016). Síndrome Alcohólico Fetal. Avances en Ciencia, Salud y Medicina; 4(1), 22-25