El ritmo vertiginoso de nuestra sociedad es responsable en gran parte de que el trabajo se haya vuelto más estresante y de que se haya multiplicado la incidencia del síndrome de estrés o agotamiento profesional.

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El síndrome del estrés se genera cuando el individuo no es capaz de afrontar el estrés que gravita sobre él y se siente invadido por un agotamiento psíquico de curso progresivo que implica un alto grado de tensión emocional. El estrés produce un desequilibrio en el funcionamiento de los sectores cerebrales y hormonales más vinculados a la esfera de las emociones.

La adicción al trabajo es una adicción que comienza a fraguarse entre las edades de la juventud y el inicio de la vida adulta, y se concentra entre los niveles socioeconómicos medio y alto. En realidad, la adicción al trabajo se inicia muchas veces en personas modestas, aunque en muchas ocasiones no se detecta hasta haber alcanzado un estatus de cierto relieve.

La adicción al trabajo comienza con el perfeccionismo, hasta evolucionar hacia la obsesión de aceptar cargas suplementarias de trabajo. Los momentos de ocio se convierten progresivamente en momentos de angustia, que la persona evita cada vez más. La adicción al trabajo se caracteriza por el trabajo excesivo que se lleva a cabo debido a una irresistible necesidad o impulso de trabajar constantemente. Los adictos/as son personas que trabajan por encima de lo requerido y que se esfuerzan más de lo que se espera de ellos, lo que supone que descuiden otras áreas de su vida fuera de su trabajo. El trabajador adicto trabaja por una necesidad obsesiva de trabajar; trabaja para reducir el malestar que le genera no hacerlo.

Características clave presentes en la mayoría de los adictos al trabajo:

  • Personalidad: seguro de sí mismo, ambicioso, negación del problema.
  • Ritmo psíquico: actividad mental acelerada, actitud de alerta, impaciencia.
  • Conducta interpersonal: supercompetitivo, autoritario, hostil e irritable.
  • Motivación laboral: extremado en el cumplimiento, necesitado de controlar múltiples tareas al mismo tiempo.
  • Actividad laboral: dedicación excesiva y compulsiva, incapacidad de relajarse lejos del trabajo, sentimientos de culpa durante el ocio.

¿Cuáles son los síntomas que deberían ponernos en alerta?

  • La exclusión de cualquier clase de actividad que no guarde relación con el trabajo.
  • La dedicación de casi todo el tiempo y las energías a la obligación laboral, incluso sin estar motivado por la expectativa de un resultado laboral positivo, tangible a corto o medio plazo.
  • Presentar la actividad laboral como el fin último de la vida, consagrando la vida al culto del trabajo.
  • Las diversiones y el sueño parecen pérdidas de tiempo.
  • Preocupación por los problemas del trabajo incluso en los períodos de descanso.
  • Sensación de disgusto cuando llaman los amigos, olvidar los aniversarios y las celebraciones familiares.
  • Estado de fatiga, irritabilidad, aislamiento social y con frecuencia síntomas físicos como cefaleas, insomnio, tensiones musculares, taquicardia, etc.
  • Incapacidad para divertirse mediante actividades recreativas y de entretenerse con cualquier tarea ajena a la actividad laboral.

El matiz que diferencia el adicto al trabajo de otros adictos sociales es que su recompensa adictiva no la obtiene de un modo directo o inmediato como ocurre con otros adictos que experimentan el frenesí de la recompensa, por ejemplo, al tragar el alimento, practicar sexo, comprar, etc. En el adicto al trabajo lo que produce enganche adictivo no es el trabajo en sí mismo, sino sus implicaciones psicosociales de tipo económico, afectivo o relacional (obtención de riqueza, prestigio o poder). El adicto al trabajo obtiene su objeto adictivo mediante la desenfrenada entrega al desempeño estresante de su tarea laboral. Se produce así un condicionamiento recíproco entre el estrés y la adicción al trabajo. El adicto al trabajo es realmente un buscador de estrés, una persona que no puede vivir sin el estrés.

El adicto al trabajo es un enfermo muy difícil. Sus dificultades comienzan con una gran resistencia a ponerse en tratamiento porque no se reconoce como enfermo, se resiste incluso a aceptar la ayuda o el apoyo de otras personas. Otra dificultad añadida es su conducta rígida, que le impide realizar un seguimiento adecuado de las prescripciones terapéuticas y adaptarse a la remodelación de su estilo de vida.

Para el tratamiento del adicto al trabajo proponemos una intervención triple: la farmacología, la psicoterapia y la reorganización del plan de vida. Sin un cambio profundo del estilo de vida laboral, el tratamiento nunca alcanzará la efectividad suficiente. Por ello, resulta fundamental confeccionarle una agenda de actividades ajenas al trabajo, como la dedicación a la familia y a los amigos, el deporte, la lectura, algún pasatiempo y la participación en actos culturales.

 

Fuente: “Las nuevas adicciones”. Francisco Alonso Fernández. TEA Ediciones.