El riesgo potencial de muerte súbita por consumo de alcohol y cocaína se incrementa de 18 a 25 veces respecto al de la cocaína, según los diferentes estudios.

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La cocaína y el alcohol tienen efectos antagónicos. El primero es un estimulante del Sistema Nervioso Central (SNC), mientras que el alcohol es un depresor.

En muchas ocasiones los consumidores de esta droga comienzan el ritual que acerca a su consumo con alcohol. Una o dos copas facilitan el que nos demos el consentimiento para seguir con cocaína.

En muchas ocasiones el consumidor utiliza el alcohol para equilibrar los síntomas y poder continuar consumiendo más tiempo.

También, existe la falsa creencia de que hay que combinar ambas sustancias porque la cocaína calma los efectos más desagradables del alcohol, pero no es cierto. La realidad, es que reduce la percepción subjetiva de la borrachera, pero no la evita.

Todo lo anterior se explica porque el efecto estimulante de la cocaína contrarresta la sedación provocada por el alcohol y, éste, prolonga los efectos euforizantes al tener un efecto depresor en el SNC y disminuye la hipervigilancia y la tensión que asociada.

¿Cuáles son las peculiaridades de las personas que consumen ambas sustancias?

Los estudios nos muestran que las personas que hacen un consumo combinado de estas sustancias tienen unas peculiaridades diferentes de las que consumen solo una:
– Mayor percepción de control sobre el consumo que en otras adicciones. En especial, en lo que se refiere a la ingesta de alcohol.
– Percepción de problemas con la cocaína, pero no con el alcohol. En cambio, su historia de consumo a menudo nos lleva al diagnóstico de abuso/dependencia de alcohol.
– Progresivo incremento en las cantidades consumidas en cada episodio, pero no tanto en la frecuencia de los episodios de consumo.
– La ingesta de alcohol aparece como detonante del craving y conducta de búsqueda compulsiva de cocaína.
– Mayor pérdida de control del consumo, comparado con sujetos que no asocian cocaína y alcohol.
– Aparición de conductas con rasgos antisociales tras el consumo.
– Mayores consecuencias negativas sociales, laborales, familiares y conductuales con incremento de las conductas de riesgo a nivel sexual (frecuentar ambientes de prostitución, sexo compulsivo y relaciones sin protección), grandes gastos en compras, sexo o invitaciones, facilitación de ludopatía, peleas, problemas de pareja y separación, son las mas habituales.

Además, el consumo combinado de estas dos sustancias produce en el organismo un metabolito denominado cocaetileno, que tiene graves consecuencias para la salud. Las concentraciones más altas de este metabolito se han observado cuando se ingiere alcohol previo al consumo de la droga.

Una combinación letal

Las propias acciones que ya tienen el alcohol y la cocaína por separado se suman a la potencial acción que tiene este metabolito sobre el SNC:
– Incrementan la actividad motora.
– Promueven el establecimiento de rituales de consumo (los patrones instrumentales de autoadministración).
– Establecen relaciones y sensibilizan a la persona con el contexto en el que se consume y establece preferencias de lugar de consumo.
– Inducen mayores propiedades reforzantes que ambos por si solos.
– Se han asociado con convulsiones, cardiotoxicidad, daño hepático, repercusiones en el sistema inmunitario y letalidad.

En general, esta combinación letal, se ha relacionado con déficits cognitivos en memoria, atención, orientación y asimetrías sensoriales. Estos deterioros son más marcados a medida que avanza el consumo llegando a imposibilitar el adecuado funcionamiento del sujeto.

En los servicios de urgencias por consumo de alcohol y cocaína, se presentan cuadros clínicos muy graves en los que se aprecia: tasa cardiaca y presión arterial más elevada, estado mental más deteriorado, así como mayor frecuencia de intubaciones y mayor severidad del tratamiento requerido.

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